sábado, 29 de abril de 2017

De Serviles, Aduladores e inframundos

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EL DEDO EN LA LLAGA
De Serviles, Aduladores e Inframundos

Por: Esteban Farfán Romero
Twitter: @EstebanFarfanR
Yacuiba – Gran Chaco
 Mientras los serviles trepan entre las malezas del favoritismo, los austeros ascienden por la escalinatas de sus virtudes. O no ascienden por ninguno.” José Ingenieros

"La lealtad por convicción dura para siempre. La lealtad por u salario, dura lo que dura el trabajo.”

Creo que en lugar de condenarlos al Hades, en lugar de taparse la nariz ante el servil y adulador porque causa repugnancia, debemos buscar ayudarlos a salir de ese pantano del inframundo en el que cayó, o regresó. La Biblia llama a este tipo de personas, pobres de espíritus, y Jesús ha pedido tener piedad, conmiseración y misericordia hacia estas personas. Sus miserias humanas, sus complejos, su inhabilidad, su incompetencia, los hizo descender a ese bajo mundo. En lugar de proscribirlos, hay que tener compasión de ellos, y ayudarlos a salir de ese infierno.
 
REPUGNANTE: El servilismo se caracteriza por dos elementos: la adhesión ciega o incondicional; y la naturaleza baja o indigna, abyecta de esa adhesión.
Todos los teóricos del poder (más allá de sus visiones), coinciden que un pueblo u hombre se esclaviza, se destruye a sí mismo, se rebaja a la condición ovejuna bestial cuando, ante la opción de ser servil u pueblo/hombre libre, renuncia a sus libertades y acepta el yugo, permite el crecimiento y desarrollo de su propia miseria o, cabría decir, parece darle la bienvenida, y sentirse gozoso.
La historia demuestra que los pueblos/hombres no han escatimado poner en riesgo la vida, con tal de recuperar la libertad. No tuvieron dificultades de lanzarse a la acción, por algo muy preciado, la restauración de los derechos naturales, entre ellos la preciada libertad.
El hombre deja de ser una bestia de carga y se convierte en un hombre nuevo al decidir audazmente, incluso poniendo en riesgo su propia vida por lograr disfrutar de los derechos primigenios arrebatados, no seguir viviendo en la miseria como burro de carga.
A pesar de los avances de la humanidad por recuperar su libertad, siempre ha existido la presión de grupos de poder que intentar por diversos medios, someter a otro grupo mayor en función de sus intereses.
Particularmente es emocionante leer la historia en la que el hombre, en especial después de los 13 años de oscurantismo, con la Ilustración, se ha revelado contra el dogmatismo, la superstición, la religión, haciendo uso de la razón, logró cambiar la historia para siempre, y para bien. Un hombre (Descartes), con un tratado (Discurso del método para conducir bien la propia razón y buscar la verdad en las ciencias, 1637), ha generado una verdadera revolución en el mundo, dando fin a siglos de miseria, desdicha y pobreza humana.
Quiero escribir sobre el servilismo y la adulación, porque lamentablemente en la última década, este tipo de actitud vil, abyecta, se ha convertido en una moderna corriente, en el medio, en el instrumento para acceder al poder fácilmente o para preservar privilegios, haciendo añicos la dignidad, la virtud, la conciencia humana.
Ser servil en tiempo del MAS, es como algo normal. Hemos retrocedido al tiempo del Medioevo, en el que el amo tenia a su disposición un grupo de cortesanos, de serviles, de vasallos que le servían con la cabeza agachada y pies juntos.
El servil aparece en escena, cuando el amo tiene mucho poder concentrado, y normalmente poder sin control, sin contrapeso, sin equilibrio, sin control.
Anatomía del servil y el adulador
Etimológicamente el término servilismo se deriva del latín, de “servus” esclavo. El diccionario lo define como la adhesión ciega y baja a la autoridad de una persona. Que de modo rastrero se somete totalmente a la autoridad de alguien. En el primer tercio del siglo XIX, era el partidario de la monarquía absoluta.  En una palabra, que de modo rastrero se somete totalmente a la autoridad de alguien.
El servilismo se caracteriza por dos elementos: la adhesión ciega o incondicional; y la naturaleza baja o indigna, abyecta de esa adhesión.
La adulación o lisonja es una alabanza baja e interesada, hecha con estudio de lo que se cree que puede halagar al otro, con el propósito de ganarse su voluntad para fines interesados.
La adulación es tan antigua como el mundo y ejemplo evidente de ella en tiempos modernos es la célebre frase de Luis XIV «L'État, c'est moi» («El estado soy yo»), fruto de las más desatinadas adulaciones de los cortesanos y de no pocos literatos de su época, hasta el extremo de que la Academia propuso un concurso para premiar al que desarrollara mejor la tesis «¿Cuál es la más admirable de las virtudes de Luis XIV?» que el rey tuvo el buen sentido de mandar retirar.
La adulación así rodea a los monarcas como se utiliza por los demagogos para su medro personal. No debe confundirse la adulación con el aplauso al verdadero mérito ni con la galantería.
El adulador se caracteriza por hacer o decir algo con la única intención, a veces inmoderadamente, lo que cree que puede agradar a amo.
La adulación se define como un elogio excesivo y recurrente de las cualidades de otro. A veces se trata de una admiración sin límites, carente de crítica y más o menos patológica. Sin embargo, hay que decir que en otras ocasiones, simplemente es un arma que alguien utiliza para manipular a otro. Los halagos hacen sentir satisfacción a quien los recibe. Con esta acción, bajan sus defensas y pueden confundir las verdaderas intenciones de quiénes tanto los exaltan.
Para muchos, los aduladores son una verdadera pesadez, lacra. Otros los ven con simpatía y hasta los necesitan. Porque así es la adulación: no puede existir si no hay otro que la demande. Florece allí donde hay un terreno propicio para ello. Pero a diferencia del reconocimiento genuino de las virtudes de otros, la adulación siempre tiene una “agenda secreta”.
La Adulación y narcicismo negativo van de la mano
El adulador y el narcisista son la cara y el sello de una misma moneda. Una versión en positivo y en negativo de la misma realidad. El adulador proyecta en otro lo que él mismo desea para sí. Y su objeto de admiración es siempre un ególatra.
El ególatra es un individuo con un aprecio desmedido por sí mismo. Se trata de una fijación infantil que lleva a la vida adulta lo que se experimenta en los primeros años de vida: necesidad de ser el centro del mundo, ignorancia y desinterés por las necesidades de los demás. Bien sea porque estas carencias no se llenaron suficientemente, o bien porque se produjo una distorsión al hacerlo, hay personas que permanecen en ese estadio infantil.
Al adulador le pasa exactamente lo mismo, pero en su historia también se registran episodios que han podido hacerle dudar de su propia valía; es muy frecuente que se trate de una persona en cuya crianza se mezcló “la adoración” con el maltrato.
Adular es una manera de menospreciarse. Pero contrario a lo que se pudiera aceptar a primera vista, lo que el adulador busca no es humillarse, sino formar parte de esa “grandeza” que percibe en otro. Busca su aceptación, su reconocimiento. Quiere ser como ese ególatra al que adula. Ejerce su narcicismo en negativo, para conseguir algo, que no podría lograr por otros medios.
Adular para manipular a otros
En otros casos, la adulación no opera dentro de la lógica de la identificación con otro, pero sí mantiene al narcicismo como base. Es el caso de los aduladores que halagan para doblegar la voluntad de otro y así poderlo manipular. En esta situación, las frases de exaltación y los gestos de sumisión son premeditadamente falsos. No hay admiración sino, incluso, desprecio por el otro.
Se manipula adulando a otro cuando se quiere obtener un beneficio específico. Un favor, un perdón, una ventaja, o simplemente preservar el privilegio asido. Decirle al otro lo maravilloso que es, lo vuelve vulnerable, indefenso, desarmado, descubierto, sensible y débil. Induce un relativo estado hipnótico en la que el uno se siente cómodo por la forma como está siendo exaltado, mientras que quién lo halaga calcula el siguiente movimiento para obtener lo que quiere.
Opera en la conquista amorosa, en los negocios, en la vida laboral, en la política. El elogio prepara el terreno para usarte de algún modo. Por eso siempre recomiendo a los que tienen poder, desconfiar de los halagos gratuitos. En realidad, sólo pueden descubrir este tipo de trampas quienes tienen un amor propio maduro y sólido, libres de complejos. Aquellos que se conocen lo suficiente como para saber cuándo en verdad les están reconociendo un atributo y cuándo los están timando.
El servilismo es antinatural
La adhesión ciega del servil, contraría el principio de dignidad humana, niega el valor intrínseco que tiene toda persona, como miembro de la familia humana, dotado como está, de libertad y conciencia.
La naturaleza baja o indigna del servilismo se manifiesta en el hecho de que el servil renuncia voluntariamente a lo mas preciado del hombre, su libertad, para someterse incondicionalmente a la autoridad de otra persona, normalmente con el fin de medrar a su sombra. A la sombra de ese amo, el servil busca cómo enriquecerse, figurar, gozar de prebendas. El servilismo es así el medio que utiliza para triunfar. Este hecho refleja la pobre valoración que el servil tiene de sus propias capacidades para tener éxito en la vida de manera libre e independiente.
Con frecuencia, el amo trata con desdén al servil, lo humilla en privado y en público, debido a que todo amo (en el fondo) desprecia la degradación humana del servil. Por su parte, el servil se deja maltratar, soporta, aguanta y hasta manifiesta complacencia y placer, porque cree que sin el apoyo del amo no vale nada.
La adhesión incondicional del servil y adulador, se mantiene en tanto dure el poder del amo. Si el amo pierde poder, el primero en abandonarlo es el servil, como rata que escapa del barco que se hunde, para buscar otro que le sirva de refugio y sostén.
El servil y adulador defiende a capa y espada la ideología del amo, aunque no la comparta. Si cambia de amo, el servil cambia de ideología de la noche a la mañana, adoptando con igual fervor las convicciones del nuevo amo.
El servil y adulador trata de ganar la voluntad del amo por todos los medios, convirtiéndose literalmente el alfombra, en papel higiénico. Utiliza con arte y habilidad el chisme, el cotilleo, la mentira, el infundio para indisponer al amo contra toda persona cercana que sea amenaza o para congraciarse mediante el uso del juego sucio. Es también celoso con todo aquel que pueda ser objeto de interés o afecto del amo. Para un servil, perder la confianza del amo o jefe es como la muerte. El servil abandonando a sus propias fuerzas se siente perdido, como la cenicienta, privada de su hada madrina.
El servil, “llunku” en lenguaje aymara, se deshace en adulaciones a su amo: usted siempre tiene la razón, nunca se equívoca, es genial, es único, las sabe todas, nadie como usted, nadie se la gana. Estas alabanzas y falsedades, hacen que los jefes o amos, se crean infalibles y cometan errores o desaciertos, que a la larga puedan llevarlos a la pérdida de prestigio y poder.
El servil y adulador tiene dos caras
El servil tiene dos caras, o modelos opuestos de conducta, según su posición jerárquica. Muestra una cara de sumisión total hacia su jefe y otra de conducta grosera y despótica hacia los propios subordinados del servil. Se humilla hacia arriba y, a la vez, humilla a quienes de él dependen. En las profundidades de su mente, el servil siente desprecio, repugnancia y asco por sí mismo, por su falta de hombría, dignidad, conciencia y virtud. Por ello, trata de rebajar a los demás a su propio nivel de bajeza y degradación. Mediante este mecanismo psicológico de defensa, crea en los demás el mal que trata de no ver en su propia persona. Actúa de manera grosera, atrevida, déspota y temeraria porque es muy consciente en el fondo que es débil y frágil. Es dependiente, por lo tanto posee mucha inseguridad y paranoia.
El servilismo, es la reducción del hombre a la condición de vasallo, de sumiso, es el envilecimiento del alma, el descenso a la condición de bestia. La anulación de su condición de hombre íntegro.
Normalmente las dos conductas van de la mano.. El servilismo y la adulación. El servil para ser servil, debe convertirse también en adulador del amo, del señor, del dueño de su dignidad. Siempre hace el juego sucio, las tareas sucias con el fin de complacer al amo. Agacha la cabeza, dobla la cerviz, como dice la Biblia, y se somete a todos los caprichos del patrón.
Servil y adulador es el inhábil, el necio, el inepto, el vacío, no camina, se arrastra. Es rastrero.
Las características anotadas de la anatomía del servilismo y el adulador, como hemos señalado, degradan la calidad humana y afectan también los resultados de la gestión. La productividad y el desarrollo humano, sólo son posibles, si transformamos las relaciones amo-siervo, en relaciones de otra naturaleza, de modo que en vez de amos hablemos de líderes, con estilos participativos de dirección; y en lugar de servirles, hablemos de colaborarles con espíritu crítico, capaces de aportar soluciones constructivas. En otro momento me referiré a este tipo de gobierno que este país, nuestra región requiere.
Estudiando mas a detalle este fenómeno, hay una diferencia entre ser servil y cortesano. Leyendo al Cardenal Mazarino, el cortesano era una persona inteligente
La sociedad desprecia y le repugna el servil y adulador, porque es indigno y vergonzoso, pero al servil no le importa porque es su único medio para ser alguien o algo (aunque sea de manera miserable) en la vida. Es una condición degradación, miserable, repugnante, de vasallaje, peor el servil no queda otra opción, porque al carecer de méritos, aptitudes, virtudes, dones, cualidades, no tiene otro camino que bajar al inframundo y ser algo o alguien. El servil es una amenaza para la sociedad.
El servil y el adulador es el primero en traicionar
Recuerdo que a alguien un día le dije algunas verdades (conductas sobre lo que creía que eran impropios y que debía corregirse), y se me enojó de manera descontrolada, a tal grado que me acusó de ser un traidor y que le había clavado un puñal por la espalda. Inmediatamente le dije que mas bien traidor es el adulador que la soba la espalda, y no le dice la verdad. Que  el adulador y servil será el primero el clavarle la espada, cuando ya no le sirva. Recuerdo que le aconseje que no se fie de la sonrisa dibujada y fingida de los que se agachan ante él. Es más, le dije que los que se agachan, no lo hacen ante él, sino ante el poder que posee. Cuando el poder cambie de manos, se agacharan ante el que ahora posee el poder. Nadie dobla la cerviz ante las personas, sino ante el poder. Cuando el poder se traspasa a otro, también el servilismo y la adulación.
Es bueno leer a Mazarino, un hombre experimentado en estas conductas, para saber cómo actúa un servil y adulador. Hay vacunas contra este mal, que ha llevado a desastre a buenos hombres. En otra oportunidad escribiré sobre cómo cuidarse de estas polillas.
Siento que cada vez se acrecienta una presión a mi entorno porque deje de pensar, deje de escribir, porque al parecer incomoda mucho. Buscan que agache la cabeza. Están presionando a mi entorno para que desista de expresar lo que pienso y creo.
Para terminar, creo que en lugar de condenarlos al Hades, en lugar de taparse la nariz ante el servil y adulador porque causa repugnancia, debemos buscar ayudarlos a salir de ese pantano del inframundo en el que cayó, o regresó. La Biblia llama a este tipo de personas, pobres de espíritus, y Jesús ha pedido tener piedad, conmiseración y misericordia hacia estas personas. Sus miserias humanas, sus complejos, su inhabilidad, su incompetencia, los hizo descender a ese bajo mundo. En lugar de proscribirlos, hay que tener compasión de ellos, y ayudarlos a salir de ese infierno. (Yacuiba 29/04/17)

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